Busca el sello.
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En las colinas del valle de Yosemite de California vivía Oscar, el oso más ocupado. Era muy habitual ver a Oscar vagando por el gran valle recolectando miel para almacenar en su cueva.

La recolectaba en lugares altos ...
... en lugares bajos ...
... en lugares frondosos...
... y en lugares patas para arriba

Todas las mañanas Oscar recolectaba miel, pero tanto trabajo no le dejaba mucho tiempo para ver su familia de osos. A ellos, les gustaba juntarse en Redwood Creek para disfrutar de un desayuno en familia y del delicioso aroma de las flores del valle. Pero cada vez que invitaban a Oscar, él estaba demasiado ocupado para ir.

"¡Ven a oler las flores con nosotros, Oscar!" gritaban.
"¡Las dalias son divinas!"
"¡Las lilas son lindísimas!"
"¡Y las nomeolvides son...inolvidables!"

Siempre le recordaban a Oscar que pronto llegaría la invernada y que entonces ya no podría oler las flores. Pero Oscar declinaba la invitación cortésmente y seguía buscando más miel.

En lugares altos ...
... en lugares bajos ...
... en lugares resbaladizos ...
... y en lugares bajo el agua.

Una mañana, Oscar salió de su cueva y se encontró con todo el valle cubierto de hielo y sintió una gran tristeza.Había llegado la gran helada y no había podido disfrutar del delicioso aroma de las dalias, ni de las lindísimas lilas, ni de las inolvidables nomeolvides.

Se sentó en el frío suelo de su cueva, pero, aunque estaba rodeado de frascos y frascos de miel, no tenía a nadie con quien compartirlos.

Mientras observaba cómo los copos de nieve caían suavemente, Oscar tuvo una idea. Puede que haya perdido la oportunidad de oler las flores, pero no era demasiado tarde para pasar tiempo con los osos que tanto quería.

Oscar se puso de pie, cargó tantos frascos de miel como pudo y se dirigió hacia el valle. Trabajosamente caminó sobre el hielo y la nieve hasta llegar al borde del arroyo donde se encontraba su familia. Estaban sentados en una cama de flores congeladas tratando de mantenerse calientitos.

"¡Hola, Oscar!" gritaron todos. "¡Ya era hora de que te juntaras con nosotros! Oscar sonrió y se sentó junto a ellos. Compartió toda su miel y disfrutaron de un desayuno maravilloso donde contaron chistes tontos y cantaron canciones aún más tontas.

Mientras Oscar reía, bromeaba y cantaba, comenzó a sentir algo que no había sentido en mucho tiempo ... La calidez de su familia. Sintió como si su corazón estuviera envuelto en una cómoda y cálida cobija.

Y de repente sucedió algo curioso. Todo ese calor que Oscar sentía dentro suyo comenzó a salir de él y a derretir poco a poco toda la nieve y el hielo del valle hasta dejarlo como en una mañana de primavera.

“¡Las dalias son divinas! ¡Las lilas son lindísimas! ¡Y las nomeolvides...son inolvidables!"

El maravilloso aroma de las flores envolvió a los osos en un abrazo invisible, y el corazón de Oscar desbordó de alegría.

En ese instante, mientras los osos bailaban bajo el sol, Oscar se dio cuenta que la vida es un viaje. Y que ese viaje no hay que hacerlo solo.

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In the rolling hills of California's Yosemite Valley lived Burt, the Busiest Bear. Burt could always be found roaming the great valley, gathering honey to store in his cave.

He found it in high places...

...low places...

...leafy places...

...and upside-downy places.

Todas las mañanas Oscar recolectaba miel, pero tanto trabajo no le dejaba mucho tiempo para ver su familia de osos. A ellos, les gustaba juntarse en Redwood Creek para disfrutar de un desayuno en familia y del delicioso aroma de las flores del valle. Pero cada vez que invitaban a Oscar, él estaba demasiado ocupado para ir.

"¡Ven a oler las flores con nosotros, Oscar!" gritaban.
"¡Las dalias son divinas!"
"¡Las lilas son lindísimas!"
"¡Y las nomeolvides son...inolvidables!"

Siempre le recordaban a Oscar que pronto llegaría la invernada y que entonces ya no podría oler las flores. Pero Oscar declinaba la invitación cortésmente y seguía buscando más miel.

En lugares altos ...
... en lugares bajos ...
... en lugares resbaladizos ...
... y en lugares bajo el agua.

Una mañana, Oscar salió de su cueva y se encontró con todo el valle cubierto de hielo y sintió una gran tristeza.Había llegado la gran helada y no había podido disfrutar del delicioso aroma de las dalias, ni de las lindísimas lilas, ni de las inolvidables nomeolvides.

Se sentó en el frío suelo de su cueva, pero, aunque estaba rodeado de frascos y frascos de miel, no tenía a nadie con quien compartirlos.

Mientras observaba cómo los copos de nieve caían suavemente, Oscar tuvo una idea. Puede que haya perdido la oportunidad de oler las flores, pero no era demasiado tarde para pasar tiempo con los osos que tanto quería.

Oscar se puso de pie, cargó tantos frascos de miel como pudo y se dirigió hacia el valle. Trabajosamente caminó sobre el hielo y la nieve hasta llegar al borde del arroyo donde se encontraba su familia. Estaban sentados en una cama de flores congeladas tratando de mantenerse calientitos.

"¡Hola, Oscar!" gritaron todos. "¡Ya era hora de que te juntaras con nosotros! Oscar sonrió y se sentó junto a ellos. Compartió toda su miel y disfrutaron de un desayuno maravilloso donde contaron chistes tontos y cantaron canciones aún más tontas.

Mientras Oscar reía, bromeaba y cantaba, comenzó a sentir algo que no había sentido en mucho tiempo ... La calidez de su familia.

Sintió como si su corazón estuviera envuelto en una cómoda y cálida cobija.

Y de repente sucedió algo curioso. Todo ese calor que Oscar sentía dentro suyo comenzó a salir de él y a derretir poco a poco toda la nieve y el hielo del valle hasta dejarlo como en una mañana de primavera.

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“¡Las dalias son divinas! ¡Las lilas son lindísimas! ¡Y las nomeolvides...son inolvidables!"

El maravilloso aroma de las flores envolvió a los osos en un abrazo invisible, y el corazón de Oscar desbordó de alegría.

En ese instante, mientras los osos bailaban bajo el sol, Oscar se dio cuenta que la vida es un viaje. Y que ese viaje no hay que hacerlo solo.

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